La conocimos dos generaciones de mujeres y hombres feministas.
Las primeras la conocieron hace dos décadas, cuando Ana Lucía militaba en la ALDHU, espacio donde ella aportó y luchó hasta la salida de esta entidad de DH del país. Las segundas la conocimos en estos últimos años, en la Comisión de Transición (Consejo Nacional para la Igualdad de Género); y luego -y sobre todo- en la Corporación HUMANAS. Y todas, las mujeres defensoras de ayer y las mujeres feministas de hoy, la conocimos como si siempre hubiera sido nuestra, o una amiga de siglos, así de tanto que se daba.
Fue, seguirá siendo, siempre será, una gran feminista ecuatoriana, una luchadora incansable por los derechos humanos de todas las mujeres en el Ecuador. Ella fue artífice y protagonista, en primera línea, de muchas de las conquistas de las mujeres de este país.
Recientemente coparticipamos juntas, con ella, con Ana Lucía, junto a Nelly Valbuena, Nela Meriguet, Blanca Diego, Edgar Vega, Roxana Arroyo y tantas más, con la UPS, Humanas, Mujeres Contando, la UASB y otras entidades, en la edición de su última iniciativa, el libro en el que escribieran esas voces nombradas y otras más: «Los derechos de las mujeres en la mira» (Observatorio de sentencias judiciales y de medios, 2013- 2014).
Quedó en el tintero -tanto que le gustó la idea-, quedó para nunca o para algún día, y en su homenaje, con su ejemplo, hay que lograrlo, la hechura de un siguiente libro con sus aportes y de otras mujeres del país: «Análisis de los 8 años de gobierno de R. Correa en la temática de las mujeres y sus derechos».
Pero esta terrible noticia, muy dolorosa para todas nosotras, trunca muchas cosas, muchas. Menos la osadía de vivir. El saber de su muerte, su partida física, ocurrida ayer domingo al mediodía nos duele muchísimo. Nuestra directora, Nelly Valbuena, todas y cada una nosotras, estamos deshechas. Porque el dolor es inmenso, un vacío enorme…
El Ecuador, sus mujeres, la causa de sus derechos, pierde una de sus más lúcidas, cultas y apasionadas voces. El cáncer apagó su vida. Nada apagará su lucha, sus aportes y su inteligencia, el saberla un cuadro de las más preparadas del movimiento feminista ecuatoriano. Nada apagará el indignado dolor de su corazón y la bronca que sintió en estos últimos años ante tantos retrocesos y ataques contra los derechos conseguidos por el movimiento de mujeres en décadas.
Este país no sabe qué estirpe de luchadora, qué madera de mujer acaba de dejarnos. Lo sabrá algún día…
En nombre de todas nosotras, ¡gracias Ana Lucía!
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