En Ecuador se celebra cada 31 de diciembre la fiesta más transgresora de toda América Latina: una suerte de “travestización masiva” y anti-conservadora para despedir al año que se va.
Las caretas representan diversos personajes y se usan para disfrazar a los “Años Viejos”, que son los muñecos que se queman a la medianoche.
No hay esquina donde no se vendan caretas y máscaras para despedir “al Viejo”, el año que se va…
Las viudas entran en escena: miles de hombres disfrazados de mujeres salen a las calles de Quito… “Lloran” la muerte del “Viejo”, y piden “caridad” a los autos, haciendo picardías.
– ¿A quién le caemos?
Un “Viejo” (un año viejo) en una esquina cualquiera. Así despiden, añoranza y travesura de por medio, al año: a sus alegrías y tristezas.
Los “guambras puercos” (los jóvenes pícaros) haciéndole el baile al conductor y a su esposa, para que suelte monedas para el “Viejo”.
Dos tremendas “Viudas” no dejan pasar al conductor, mientras no salga a bailar unos segundos con “las pobres viudas”.
Ni los carros de la Policía se salvaron de las “Viudas”.
Una familia decidió revivir a los personajes de los cuentos infantiles.
Hasta el lobo feroz estuvo presente.
En Quito, más que en Guayaquil y el resto del Ecuador, los “Viejos”, las “Viudas” y los carteles, son más ácidos y con fuerte dosis de ironía política.
Esta “Viuda” no deja pasar al conductor, mientras no salga a bailar unos segundos con “las pobres viudas” y de paso les de una limosnita para el pobre “Viejo que a la media noche arderá llevándose las tristezas del 2013.
“Viudas” haciendo de las suyas, con coreografías y parando el tráfico.
La caridad recogida en cada auto va al bolso. Al final se reparten entre los chicos para comprar licor y encender al “Viejo”.
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