Aida Torres es una mujer que en su historia contiene a muchas mujeres. Su historia hay que situarla más allá de un destino difícil, allá donde el amor y la voluntad vencen cualquier barrera.
Por Sandra Chamba y Tamara Méndez
Aida era una bebé de escasos ocho meses cuando fue diagnosticada con polio, en un centro médico de su natal Ibarra. A causa de esta enfermedad una de sus piernas quedó afectada, obligándola a usar muletas de ahí en adelante. Casarse y tener un matrimonio feliz era otra historia, pero la separación temprana de su pareja marcó el inicio de su nueva vida en Quito, en uno de sus barrios más grandes, Carapungo.
Con apenas dos meses de embarazo y una discapacidad que la limitaba, doña Aidita, como la conocen gentilmente en su barrio, recuerda que le era necesario de alguna manera buscarse la vida. Entonces recordó el oficio que había aprendido desde pequeña observando a uno de sus tíos: arreglar bicicletas. Desde ahí en adelante, esa ocupación se convertiría en el sustento diario de ella y de su hija.
Sin embargo, no todo fue fácil. Al inicio era víctima de constantes discriminaciones por el hecho de ser mujer. Según ella, la desconfianza en sus capacidades hacía que varias personas, en su mayoría hombres, prefirieran llevarse las bicicletas en mal estado y no dejárselas componer. “Ser mujer, con una discapacidad y aparte de eso estar embarazada, es sentenciarse por completo”, dice de manera irónica.
Ahora las cosas son diferentes. Desde el nacimiento de su hija ya han pasado 15 años. Doña Aidita es uno de los personajes más emblemáticos de su barrio y el negocio que empezó en un espacio pequeño con apenas las herramientas necesarias es hoy «CicloTorres», el local de bicicletas más conocido de Carapungo y sus alrededores.
Estudiantes Comunicación Social Universidad Politécnica Salesiana Ecuador